
Claritza Arlenet Peña Zerpa
Afortunadamente está creciendo el número de escuelas sustentables en América Latina. Uruguay, Argentina y Chile han sumado esfuerzos y apoyado la iniciativa de ONG en la construcción de escuelas rurales amigables con el ambiente.
Al ver las webs de dichas instituciones se siente una gran emoción. Comunidades sumadas a la causa y niños y niñas en un ambiente distinto a los ofrecidos en zonas rurales. En Venezuela, por ejemplo, hay iniciativas de educación ambiental pero no contamos aún con una edificación donde se vivan los días de estudio entre huertos escolares, aproveche al máximo los recursos naturales y prefiera los paneles solares en lugar de las lámparas y bombillos. En resumen, la unión de lo deseado y lo vivido. Ojalá en algún momento podamos también celebrar alguna inauguración y formemos parte de aquella comunidad de escuelas sustentables.
Hace aproximadamente seis años uno de los ministerios convocaba a un proyecto: Universidad sustentable. Recuerdo haber participado en reuniones y debates. Aunque desconozco las razones de la continuidad agradezco al equipo dejar en mí aquella inquietud por plantear a la institución educativa la formulación de planes, proyectos o programas. De aquellas reuniones mostraron sus trabajos la USB y UCV.
Luego de un tiempo, aquella inquietud la he llevado a los lugares donde he laborado. De modo que se trata de una actitud de vida. Estar en una ONG, universidad o escuela ofrecen la opción de buscar una relación armónica con el medio. No se trata exclusivamente de llamar a una jornada de reciclaje sino de sembrar en el otro la responsabilidad del consumo responsable. Por ejemplo, con los más pequeños (as) mostrar el valor de la reutilización de materiales en la práctica diaria.
Hace unos días escuchaba con atención la presentación de Alejandro Miranda Velásquez (CAF) quien señalaba entre algunos datos de interés que: “El 54% actual de la población mundial vive en ciudades…Las ciudades son responsables del 70% de las emisiones del GEI”. Al momento me preguntaba qué hemos hecho en las escuelas. En las ciudades y zonas rurales existen estas edificaciones, las cuales por tradición tienen una importante participación en las comunidades. Especialmente en las ciudades hay muchas. Difícilmente podemos asociar un espacio sin ellas.
Más allá de asumir que se trata de una responsabilidad de urbanistas y autoridades locales, los centros educativos necesitan actuar. Solicitar a investigadores cómo enfrentar algunos retos. Uno de ellos es el trasporte. Mientras se vea con indiferencia el uso de vehículos automotores en las ciudades y la constante generación de gases seguiremos acumulando problemáticas para otras generaciones.
Hay centros educativos con un importante flujo de vehículos en dos momentos al día: ingreso y salida de niños (as). Aquel desfile de gases permanece según los días estipulados por el calendario escolar. Ahora bien, ¿cómo reducir las emisiones sin el uso de los automotores? Probablemente existan prototipos de transportes escolares solares, pero ¿cuándo comenzarán a aparecer dentro de la rutina escolar? Son al menos dos grandes interrogantes para reflexionar y escribir.
Ciudadanos (as) al estar comprometidos con la causa verde celebrarían el 3 de junio Día Mundial de la Bicicleta con este vehículo en sus lugares de trabajo y estudio, en lugar de limitarse a dar likes en twitter y Facebook a los post generados por usuarios.
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